Es increible como en medio del silencio solo se escucha mi respiración y las agujas del reloj. Su Tic Tac no me deja distinguir si mis pálpitos, esos que van a mil por hora, son de nervios, miedo o de incertidumbre. Podría decir que todas o ninguna a la vez. Tengo miedo, porque aunque lo entregue todo, puede que me falte algo de suerte. Tengo miedo de que las cartas no jueguen a mi favor y tampoco al tuyo. En esta partida aclaramos que no habría juego, tampoco reglas. Esta vez, no hay trucos ni códigos que nos hagan cómplices uno del otro. Me impacienta no saber qué es lo que pasará una vez que vos me digas "cortá" , porque se perfectamente que, a partir de ahí, ya no habrá vuelta atrás. Veo que barajas las cartas sin cesar. Barajas una y otra vez esperando que todas las cartas queden alternadas. Quise contarlas, una, dos, tres, cuatro... pero los nervios hasta me impedían concentrarme en algo tan simple como eso. Nada más quería que dejes de hacerlo, con la esperanza de pode...